sábado, 27 de junio de 2020

LA MÁS PUTA DEL BARRIO. HISTORIA MÍNIMA.

Pienso que sería saludable llamar mínimo , no como adjetivo sino como sustantivo, al suceso curioso pero no importante que se recuerda sin ocupar demasiado sitio en la memoria. 

Los sucesos mínimos son como las liebres que saltan donde les da la gana o donde pueden o les dejan y a veces , si el escenario no pinta ni espadas ni bastos , escapan vivas y ágiles y felices. No hay nada más alegre y gimnástico que un animal joven sacando fuerzas de flaqueza para escapar a la muerte.

En este tiempo de jubilación, mientras ando por bosques y rutas hacia ninguna parte, tengo muchos recuerdos atropellándoseme por la  cabeza muchos acaeceres y anécdotas, unos graciosos y deleitosos, otros amargos, tristes, inciviles. Incluso sucios y disparatados.

A estas historias pequeñas les llamaré " Mínimos". Tal vez dentro de un tiempo podamos recopilar un "  Corpus Mínimum" con un racimo de ellas.

La anécdota me la contó don José N. ,sacerdote sevillano que la presenció.

Habían invitado al entonces secretario personal de Juan Pablo II , Stanisław Dziwisz , a visitar Sevilla durante la semana Santa. Ya se sabe como se ponen allí con  esos temas. En un momento dado lo colocaron en un balcón con vistas a una plaza por donde iba a pasar la procesión del Silencio. La procesión del Silencio es una de las que mueve a más devotos en uno de los momentos álgidos de la Semana Santa de Sevilla: la Madrugá. La noche del Jueves al Viernes Santo son muchos fieles que veneran la imagen de esta hermandad que se fundó en el siglo XIV.

En un momento determinado, cuando pasa el Cristo delante del balcón, un silencio denso, sordo y perfumado, una  señora se planta de rodillas delante de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno , abre los brazos , y grita: " ¡¡¡ PERDÓNAME, JESÚS, PORQUE SOY LA MÁS PUTA DEL BARRIOOOO!!!".

No dijo " una de las más putas del barrio". No. Dejó muy claro que era " la más puta del Barrio". Eso , en Sevilla, no es moco de pavo.

Don Stanilaw preguntó " ¿ qué ha dicho?".

-  Bueno, no sé, no se le ha entendido muy bien- contestó don José.

Insistió en preguntar. Le había conmovido aquel grito soltado en la noche a Cristo. Un grito que se oyó por toda la ciudad.

Alguien le tradujo la jaculatoria de la buena gitana.
Y,  contaba  don José, aquel hombre , polaco y muy fuera de aquella sensibilidad que tienen las putas sevillanas , puso cara de decir " ¡joder!,¡ qué evangélico!".



domingo, 21 de junio de 2020

EL PADRE GÁLLVEZ

En el colegio del Salvador, jesuitas de Zaragoza, estudié desde los seis años hasta 6º de bachiller. Allí fui expulsado. A cambio de esa expulsión me aprobaron las 5 asignaturas que me quedaron pendientes en junio y fui matriculado en Montearagón.

La razón que me aprobaran fue, además de la alegría de no verme más el pelo, que mi madre era de Sangüesa, pueblo del padre Rector, que se apellidaba Vidaurreta.

Vidaurreta siempre que me veía saludaba con una sonrisita que, ahora que lo pienso, podía interpretarse de muchas maneras...”¿qué tal está su madre, Zabaldica?”.Entonces era un zagal, pero me lo pregunta ahora con ese tonito y le meto un guantazo.

Me supo mal el cambio. Tenía cariño a esas aulas, pasillos , y compañeros, y se iba al garete poder coincidir en COU con Matilde Muñoz Loriente, una chica del Sagrado Corazón, alta y morena, de una belleza triste y azul, como el gato. 

Yo amaba a Matilde como un perro. Como un puto perro.

Recuerdo un profe de literatura que se llamaba padre Gálvez. El tío se emocionaba tanto hablando de Galdós que lloraba al contar la suerte de Marianela. Y nosotros abandonábamos los pupitres y nos acercábamos a él para consolarle.

Por supuesto, de cachondeo, pues ya éramos unos mozos. Pero nos hacía gracia darle unas palmaditas en la espalda , y algunos, como yo, de natural más espontáneo, unos pellizquitos en las mejillas.

Y el hombre decía entre pucheritos “gracias, gracias”.

Era un santo varón. Y nosotros unos cabroncetes de aúpa.

Un día, no sé por qué historia,se emocionó tanto, que nos arrancamos entusiasmados a la palestra, lo subimos a hombros, y lo paseamos por el pasillo , fuera del aula , al grito de “¡¡¡GÁLVEZ, GÁLVEZ, GÁLVEZ!!!.

Y el hombre, llorando de emoción, saludó al padre Irisarri, que andaba pasilleando rezando su rosario, y le decía “¡cómo me quieren , Irisarri!, ¡cómo me quieren!”.

Irisarri, vasco, enjuto, seco, alto como un ciprés, con unas manos callosas de pelotari (deporte que se jugaba mucho con los curas en ese colegio), viendo el cachondeo que nos llevábamos a cuenta del cura, se arremangó la manga de la sotana, se recogió la falda ,  y se lió a voleas, medias voleas, rasos cortos, ganchos, bote prontos, y usties en general, que tiramos al suelo a Gálvez, y salimos zingando a clase...

Lo de sacarlo en hombros al pasillo lo abandonamos como costumbre.




sábado, 13 de junio de 2020

PRIMERAS EXPERIENCIAS SEXUALES.

Mi primera experiencia sexual, o lo que sea que recuerde sobre el tema, fue en Torrero. 

Torrero es un barrio de Zaragoza, cerca del cementerio y de la cárcel. Allí hay una pequeña barriada, cerca de las Graveras de los gitanos, que llaman Lasierra Purroy. Por esos mundos me moví en mi infancia. Entonces tendría seis o siete años.

Jugaba con los gitanos en una frontera difusa, un descampado  que llaman Las Graveras, donde nos juntábamos payos y gitanos a jugar, gamberrear, y zascandilear. En las Graveras había un "esbalizaculos", un tobogán natural desde donde nos lanzábamos culera abajo. 

Infancia feliz y desenfadada. 

A veces íbamos al poblado gitano . Allí un hombre  ya mayor  y con sombrero, nos ponía en fila, bajaba  la cremallera del pantalón del primer  crío , le sacaba la colita , le daba  una sacudida,  introducía de  nuevo el varonil miembro , y el siguiente. 

Nos hacía gracia el tema.

También disfrutaba yendo a comprar a un colmado que había debajo de casa. La dependienta se llamaba Pilarín. A esa mujer la asocio a  unas tetas hipermásticas que mostraba  de una manera extraordinariamente impudorosa  al rebanar  con el  cazo  el vinagre de  los pepinillos. Para mi ese esa flanera de carne, blancura y venas,  era un espectáculo. De ella guardo un buen recuerdo, es lo menos que puedo hacer porque la ingratitud es un feo vicio, casi tan feo como la envidia. 

Al  llegar a  casa  no podía  decir  la  verdad sobre ninguna de estas historias , así que  comencé a  mentir  como  quien construye  una fortificación , para protegerme  de preguntas y miradas    de sospecha. 

De todas formas, siempre  he sido  muy malo simulando  y  me han pillado  desde  bien  pequeño hasta   hoy.

Una tarde me perdí. 

Al parecer iba siguiendo a una tía mía , hermana de mi madre, que pasaba unos días en casa. Íbamos de paseo, y siguiendo otra mujer que  se cruzó por allí perdí el camino. En realidad me equivoqué de culo que pasaba por allí.

Por la noche todos estaban muy preocupados en casa. Sobre todo mi tía Tere. 

Una vecina avisó  a mi madre que en Radio Zaragoza estaban dando noticia de un niño perdido que se encontraba en la emisora, que respondía al nombre de David. 

- ¿ David?- dijo mi madre....¡ es Susín!

Y es que, dice mi madre, parece me gustaba me llamasen David....¡ qué cosas!  

Cuando dejamos Torrero para mudarnos a Francisco Vitoria - ¡ vaya cambio!-   la vida dejó de ser sencilla para mi. Mi barco comenzó a zarpar y dejaba atrás un puerto que nunca más volvería a pisar: la infancia. A proa un mar abierto, infinito, misterioso, incierto. Un cielo azul. La calderas a tope, a punto de estallar, al rojo vivo. Muchas  preguntas sin contestar.

Y la popa  ves alejarse una playa que nunca más pisarás, sin nadie que te despida, sin nadie de quien despedirse, salvo uno mismo, un niño  con mi cara  diciendo " ¡adios, Susín, adiós!, ¡ya  nunca  volveremos  a vernos!"...y los recuerdos de esos años de inocencia, cuando uno era bueno y era muy feliz . Cuando  todo era codo, pestañas, cejas ...sin esa cosita que me iba a llevar por la calle de la amargura durante  muchos años.




domingo, 7 de junio de 2020

SECRETO DE CONFESIÓN.

Celebraban las bodas de oro sacerdotales de mosén X.

Habían decidido los parroquianos organizar el día con una Misa concelebrada y presidida por el obispo. Después, se realizarían diferentes actos, y terminaría con una comida/homenaje en honor del sacerdote.

Todo transcurrió de maravilla , según lo previsto. 

Llegó la hora del postre. Brindis. En fin, ya sabéis.

Terminados todos los  discursos , nuestro buen cura se levantó emocionado mientras coreaban " ¡ que hable don Tal , que hable don Tal , que hable don Tal!"

No era hombre bebedor. Quiero decir que sus palabras no fueron inspiradas por el vino, champán, o el coñac. No había probado ni una sola gota de alcohol. Tal vez la vanidad. O la tontería. Porque somos así.

- Gracias, queridos. Muchas gracias...

Y comenzó a hablar. Bla, bla, bla. Que si  la vocación. Que si sus padres. Que sí el amor a Jesucristo...

- Nunca olvidaré mi primera confesión. ¡ Cómo olvidarla!. Yo era sacerdote joven, de una ingenuidad e inocencia...se acercó un hombre joven y me pidió confesarse. Aquel hombre estaba nervioso y febril. " Padre, padre - me dijo llorando-  esta noche he asesinado a mi novia". Sí, cómo olvidar aquella  primera confesión!...

Siguió con sus recuerdos de aquí y de allá...

Se abrió la  puerta de entrada al salón del restaurante...un hombre entró, feliz, entusiasmado, exultante...se paró delante de nuestro cura con los brazos abiertos:

- Padre Tal, ¿ se acuerda de mi?...lamento llegar tan tarde...¡yo fui su primer penitente!...¿ lo recuerda?...¡¡¡su primera absolución fue para mi!!!