domingo, 13 de diciembre de 2020

COMO BUEYES.

Muchos de los momentos decisivos de nuestra vida no estuvieron acompañados por decisiones conscientes.

Hubo unos años que compatibilicé tres trabajos. Por un lado era comercial de una empresa de comidas, catering y esas cosas. De otro era comercial de una central de reservas de turismo. Y de otro , comercial de complementos de maquinaria , barredoras, ahoyadores, mini excavadoras, aceitera, aceitera.

Esta última experiencia fue maravillosa. Me moví en polígonos industriales entre empresarios de sectores donde la suerte lo era todo. La suerte, pues ninguno de ellos sabía las razones exactas de su éxito, ni el momento en que tomaron la decisión de abrir esa empresa.

Todos estaban en un sector: el de la maquinaria agrícola o de la construcción. Y llegaban a él o por su condición de comerciales, o de jefes de taller. Los dos eran razas de depredadores, muy poca cultura, salvo la de los que “ven el aire”, y esos modos algo bruscos de “empresarios de provincias” que una vez instalados en el dinero lo enseñan de una manera zafia y hortera.

Los que venían del taller eran “bueyes”: torpones al andar, cuellos abotorgados, fuertes, sólidos, constantes, con unas manos con dedos como morcillas.

Los comerciales eran empresarios más finos, y vestían mejor.

Pero aun siendo tan diferentes, los dos tenían en común, desde el punto de vista social y de los estímulos ambientales, el ser como hijos de la nada: hoy la mayoría de ellos, que ganaron muchísimo dinero, están en la miseria.

Pero ninguno de ellos sabía decirte en qué momento tomaron la decisión de abrir una empresa y “triunfar” en el sector. La verdad es que la mayoría tenían las manos manchadas en sangre de una traición a su anterior jefe. Muchos venían de golpes de estado a algún amigo.

En las empresas de hostelería también sucede lo mismo.

Estamos en mundos de una vulgaridad animal y primaria.

Me hacía gracia que esta gente no sabe hacer otra cosa que currar. Los “bueyes” son incapaces de delegar, están todo el día en el tajo...sólo cuando ya están, por motivos de salud, jodidos, pasan el negocio a los hijos...que son para darles de comer a parte y merecen otra entrada.
Entonces, muchos de ellos se apuntan a un club de motorismo, iniciados por algún colega, donde todo es comer y marcar moto....o viajar, ver mundo con ojos de paleto.

Su vida sexual, en muchos casos, también es brutal, anónima, porcina.

Pero siempre encuentras alguna perla escondida.

Hace unos días coincidí en el AVE con uno de éstos. Lleva tres infartos entre pecho y espalda y parece que ha decidido vender la empresa a precio de saldo y ver mundo con su mujer. Iban a China. Y hablando de su sector, que está hecho un erial, y usando una metáfora de un mundo que él conoce muy bien, me dijo...

- Como en las carreteras mal señalizadas cuando viajas por allí, nos hemos ido del “¡nos estamos acercando!” al...” vaya, nos hemos pasado!”

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