domingo, 19 de enero de 2020

COMO UNA SEÑORA.


La señora vivía en un piso estupendo en el paseo de Zorrilla. Tenía 80 años, y de vez en cuando le asistía una cuidadora. Tenía dos hijos en Valladolid. Dos  miserables.

A los ochenta y tantos, decidió vender su piso al banco para que éste le fuese pagando el geriátrico, pensando que con lo que le dieran tendría de sobra para vivir hasta el fin de sus días en una buena residencia.

Sus hijos amenazaron con no visitarla porque les dejaba sin herencia...”mamá, si ingresas en una residencia no te miraremos más a la cara y morirás sola. No volverás a ver a tus nietos”.

Y cumplieron su amenaza.

Cuando subí alguna vez a su habitación, por muy “entorno de familia” que tuviera la residencia, los cuidados eran lamentables. Olía a pis, los yayos estaban abandonados, algunos cara a la pared durante horas, erráticos...a pesar del lujo de habitaciones y pasillos luminosos....o ves una enfermera llevando , arrastrando mejor, un montón de abuelos por turnos de tres, las que son auxiliares, que bastantes son cuidadoras externas que no saben nada.

A mi ese mundo me dolía. Todo ese egoísmo, a veces fomentado por los propios ancianos- había biografías muy desgraciadas-, me deprimía.

La señora se murió, efectivamente, sola. La encontraron sentadita en el sofá, se fue resbalando suavemente, como durmiéndose, y en ese movimiento el vestido se le iba subiendo, y se quedó con la mano pudorosa intentando bajárselo para que no se le viera nada.

Murió como una señora.

La auxiliar me lo contaba llorando a moco tendido:

He avisado a los hijos para que acudieran y, se lo juro, cuando entraron ni miraron a su madre, se fueron directamente hacia la habitación para buscar las libretas de ahorro en la mesita de noche, los dos hijos con las dos nueras como locos.

Y , entonces, la gente me asquea.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.