Los jueves voy en autobús a Santiago. Comienzo en la parada de Caldas de Reis. Ya nos conocemos todos. Alejandro es un discapacitado que sube conmigo. Baja en la estación de Renfe y allí recorre un trecho hasta el colegio donde estudia.
Yo sigo hasta el hospital. Allí soy voluntario de la asociación de ayuda contra el cáncer.
Realizó siempre el mismo trayecto para ir allí . Nos subimos siempre los mismos en las diferentes paradas. Muchas de esas personas ya no esperan nada de la vida. Yo tampoco gran cosa. Pero ayer descubrí un nuevo tesoro.
Clareando el día tomé el autobús al borde de la carretera que va a Santiago. Atravesamos una vaguada con aldeas diseminadas , el puente de la autovía y otros bloques de viviendas levantados en medio de pueblines hasta alcanzar Pontecesures y Padrón.. Después de una hora de viaje me apeé cerca del hospital, y allí entré en una cafetería a desayunar.
Una mujer joven, elegante, de una belleza diferente y distinta, estaba a mi lado. Leía absorta el periódico. En una servilleta del bar escribí " eres muy guapa, gracias por existir".
- Pago la consumición de la señora- dije al camarero.
Y me fui.
Al llegar fui reflejando mi rostro en la mirada de los seres enfermos que esperaban en Oncología. Todos le devolvían su propia imagen de soledad, de angustia, de incertidumbre.
Me puse la bata blanca de voluntario, preparé las infusiones, los cafés, las pastas, en el carro " don Amable" que llevamos para servir a los distintas plantas a los enfermos .
Luego recorrimos todas las plantas.
Al llegar a la sala de quimio le encontré. Tomando en vena su medicación.
- ¿ Tú no estabas en una cafetería aquí al lado esta mañana?
- Gracias por la invitación. Aunque no tomé nada. Y también por la servilleta.
- No. Estuvo bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.