domingo, 9 de agosto de 2020

UNA NOCHE EN EL POBLADO.

Fue en El Poblado de El Grado.

Allí pasé a los dieciséis años un mes de convivencia.  "El Poblado" es eso, un pequeño pueblo que ocuparon los trabajadores de la presa de El Grado y que al  terminar la obra la cedieron al opus dei para actividades de formación. Aún no existía Torreciudad, estaba en construcción.

Aquella primera convivencia fue el inicio de una estrecha relación  biográfica con esas tierras, esas casas, ese pantano, ese santuario. Me marcó para siempre. Un libro podría escribir. ¡ Y qué libro! 

Aquella primera convivencia fue como el fogonazo de magnesio que quedó reflejado en la retina de mi vida para siempre. Allí conocí, aluciné, admiré y quise a don Remigio Abad. ¡ Dios, qué hombre!. Otro día contaré. Pero allá va una perla.

El primer día que hablé con él le pedí si podía usar su bicicleta. Estábamos en pleno mes de julio. 

-  Sí - contestó con su característico acento andaluz-  pero sécate los güevillos antes de usarla , que si no se quedan marcados en el sillín.

En la convivencia el director era entonces un  joven opositor a judicaturas, un hombre que años después fue altísimo personaje en la magistratura del poder judicial. Una noche invitó a cenar , y a la tertulia posterior, a un magistrado que , por lo visto, era hombre muy principal. Al director le interesaba quedar bien, marcar folio, y hacer la pelota.

Para cualquier personajillo colarle que éramos un curso de verano de gente joven , una especie de curso de verano de jóvenes top, era lo más.

Yo , la verdad, no me enteraba de nada.

La tertulia resultó ser un coñazo. El único que estaba feliz era el invitado. Un señor pesado que contaba su biografía. Un rollo sobre oposiciones y bla bla bla. Otro que estaba entusiasmado era el director, babeando el muy pelota, y asintiendo como esos perritos que había en la parte de atrás de los coches de aquellos años.

De repente, uno que estaba a mi lado, médico gallego, hombre guasón y de mucha retranca, me dice al oído, "  oye, pregúntale que a qué hora se acuesta el juez medio español".

Lo miro extrañado.

- De verdad, que la pregunta es muy buena.

Uno siempre ha sido más tonto que mear en un porrón, y de una ingenuidad planetaria. Y pensé " pues si este tío dice que la pregunta es buena, pues será buena". Así que levanto la mano..." ¡yo, yo, yo!".

- ¿ Sí, Suso? - me señala el director - Juanfer.

- Oiga...¿ a qué hora se acuesta el  juez medio español?

Al hombre le cambia la color de la cara, Tipex. Tose.  Dice una  excusa absurda....

El director me mira con cara de psicópata. Años después vi la película el Resplandor y pensé, " esa cara, ¿ dónde la he visto yo antes?".

Sí, fue aquella noche en el Poblado. 

La tertulia terminó en ese momento. 

Y  la bronca que me cayó aún se escucha en las noches de luna llena en las cañadas y peñas del Somontano.


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