Como me lo contaron, lo cuento.
Fue en Monzón, ciudad capital de la cabecera del Medio Cinca.
Nuestro hombre regresaba a casa de noche y , buscando aparcamiento, encuentra cerca del paseo de la arboleda unas pilinguis haciendo la calle.
"Oye, que me dio un apretoncico y pensé " me voy a aliviar , que estoy en una edad muy mala".
Y pim pam, pim pam....ya sabéis.
Y pim pam, pim pam....ya sabéis.
Al día siguiente nuestro hombre debía de llevar a su suegra al médico a Huesca. Le acompañaban la mujer y el hijo, " y así aprovechábamos a comprar unas cosicas en la capital".
Cuando comienzan el viaje, parados en un semáforo, observa aterrorizado que a su derecha, entre el cambio de marchas y los asientos traseros , asoma un zapato de mujer.
" Cuando vi el zapatico me quedé acojonao . ¿Pero cómo se pudo dejar una cosa así dentro del coche?. Si me pinchan no me sacan sangre".
El hombre, aprovechando que están todos dormidos, coge con disimulo el zapato, abre la ventanilla del automóvil, hace como que se aclara un gargajo, y escupe con fuerza , a la vez que echa el calzado a la calle.
Ya más tranquilo sigue tan feliz y tan campante rumbo a la capital...
Una hora después , escucha a la suegra que dice con un acento maño cerrau, cerrau:
- ¿Alguien ha visto mi zapato?.
Silencio. Nuestro amigo no da crédito a lo que acaba de oír. Rebobina en su memoria lo que ha sucedido desde que entraron en el coche...
- ¿Qué zapato, mamá?
- ¡Pues qué zapato va a ser?, ¡el mío!
El hombre se gira al hijo y le grita:
- A ver, chaval, coño, ¿quieres hacer el favor de mirar si está el zapato por allí? ¡Joder!, ¡muévete!.
- Pues....por aquí no está el zapato.
- ¡Mira bien, leche!.
- Que no está.
- Mamá...¿seguro que ha subido con el zapato?
- ¡Cojoña!, ¡si sabré yo si me he puesto los dos zapatos o no, leñe!
- Pues aquí no está...¡chaval, mira bien, joder!
- !QUE NO ESTÁ, YA TE VALE, CABEZA!
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