En aquella residencia de mayores estaba el que fue durante años un altísimo cargo en lo que se ha dado en llamar "seguridad del Estado", otros prefieren hablar de "cloacas del Estado".
Padece de Alzheimer. Hasta hace muy poco éste era uno de los hombres mejor informado del país. Lo sabía todo de espías, de agentes dobles, de chivatos. Conocía secretos que ahora no podía guardar en ningún sitio dentro del cerebro. No recordaba nada.
Habían ido a visitarle antiguos compañeros buscando si no tendría guardados en cajones o archivos, o en USB , memoria de sus secretos.
Ahora está sentado en un sillón con una manta en las rodillas. Sonríe y no recuerda nada. En algunos bulbos de su masa encefálica se concentraba el código cifrado que han movido nuestra Historia reciente. . Conspiraciones, golpes de Estado, contragolpes, atentados misteriosos , accidentes que cambiado la vida de un país.
Desde el 23 F, o el atentado del 11- M , todo pasaba por la cabeza de esta hombre. El Alzheimer ha dejado a este ser convertido en un personaje dulce y sin memoria que contempla el mundo de nuevo con la inocencia de un niño. O con la mirada lela de un estúpido.
Él tenía una sentencia terrible: "el bien y el mal no existen". Por consiguiente no era Lucifer , sino un buen ciudadano , muy tierno con sus nietos, un feliz podador de rosales al que la vida había colocado en el centro de un puchero hirviendo. "Alguien tiene que hacerlo".
No me interesa el alma de este hombre.
Sólo me cautiva esa mínima parte crucial de su cerebro que le abandonó . Ese parte que fue a parar a la basura de su biografía y que , siguiendo su destino estará el vertedero donde van a parar todas los recuerdos en forma de desperdicios . A estas alturas ya se los ha comido un gato.
Cuando conocí a este hombre su cuidador me dijo:
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