domingo, 9 de febrero de 2020

LA RECETA DE LA ABUELA.

Se  lo  oí contar  al dueño de un mesón  de Binéfar,  pueblo de  Huesca .

Su abuela  hacía  la matanza del cerdo, los  pollos, y aves  del corral ,  con tal arte  , delicadeza, y finura, que  venían de  "lejanas  tierras"  a  probar sus  viandas. 

-  Aquí  ha  venido  gente  muy   principal de  Madrid  sólo  para  comer los  guisos  que  preparaba  mi abuela.

La  abuela, antes de  cortar el pescuezo  y rajar al cerdo, o al  bicho  de  la  corrala, les  cantaba  jotas.

-  Oye, unas  joticas  que  te  rompían el alma , porque eran letras de amor  muy  sentidas. Tenías  que ver  qué mimo  ponía  , ¡qué  dulzura!. 

Para  ese  hombre  la  voz  de su abuela no sólo amansaba  las  fieras, también hacía  la carne  más digestiva.

Ante mi  incredulidad  por semejante  manera de preparar  un  cocido, hizo  llamar a  un camarero  para  que fuese él en persona, y con sus  propias "palabricas", los  extraordinarios  hechos  que  me estaba  contando.

- Ya  lo  puede  creer, ya, que  era  medio bruja esa  mujer.

La  verdad  es  que  los  que saben de  esto   afirman  que cuando un cerdo, un conejo, un ciervo o una perdiz son abatidos al final de la ciega huida con un escopetazo y el cazador recoge los respectivos cadáveres descubre que los músculos de estas criaturas se hallan petrificados por el ácido, inundados de adrenalina que ha segregado el terror , o el esfuerzo por una salvación desesperada. El  miedo  los  endurece. 

Antes de servirlos en el plato previamente los cocineros  orean, maceran y adoban  estos despojos durante varios días hasta que alcancen cierto grado que  sea  comestible.La violencia no engendra buenos solomilos. 

Nada hay como escuchar  una  jotica  que hable de amor  mientras el cerdo, el pollo, el corderico, está  al pie de la puntilla y suena "Que la  nieve ardía".

Uno se  imagina  bajo la meliflua  voz de  la yaya , antes de   que  le  corte  el pescuezo , a la bestia soñando  con prados húmedos, poniendo  los ojos en blanco recordando a  su  cerdita  rosa , ablandándose  románticamente las vísceras, aflojando  la cerviz y de pronto , ¡ zaca!, la hoja del cuchillo  penetra en su nuca junto con " ¡¡¡soñé  que me  queríiíííaaaa!!!!" . 

- Después, entrábamos  todos a  descuartizar las culatas de ternera, las cabezas cercenadas, las costillas trinchadas, los menudillos clasificados.

- ¿Y  qué  sucedió ?.

- Pues  que  la abuela se  murió. Y  por  más  que busqué, y  llamé, y  entrevisté,  no  hubo  forma de  encontrar  nadie  que  cantara antes de  la matanza. . Hasta   hubo  un  cocinero  que me dijo que él mariconadas  no hacía. 

Una  hermosa  manera  de morir:  escuchando  una canción de amor. Si  mueres  soñando  tu carne  estará  llena de  música.


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