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sábado, 15 de febrero de 2020

EL BAÑO DEL ARCHIMANDRITA

Hace unos meses que lo conozco por razones de trabajo. Es propietario de varias empresas, heredadas de familia. Hombre de modales exquisitos, trajes perfectamente ajustados, con el pañuelo en el bolsillo de la solapa izquierda, a juego con el cinturón y los zapatos, camisa blanca de lino con gemelos y sus iniciales bordadas, un corte de pelo impecable, cabello de ala de paloma...en fin, un san Luis.

El hombre se sabe distinto, exclusivo , inconfundible,refinado, notable. Se sabe, y lo demuestra. Cuando se ríe se tapa ligeramente la boca, y antes de toser se disculpa ( perdón...) y se gira ligeramente mientras carraspea suavemente sobre sus dedos.

No le he visto estornudar, pero debe de ser algo muy principal.

A las señoras les hace un ademán al saludarlas, un gesto brioso y elegante, acercando la mano de la dama a sus labios, en una inclinación algo marcial, hasta casi besar sus dedos. Pero no los besa.

Hace unos días, a raíz de un comentario hecho así, como por hablar de algo, el hombre me dijo... 

- Yo no me ducho. 

- ¿Que no te duchas?...pues, oye, te noto bien limpín. 

- Yo me baño. 

- ¿Te bañas?...¿en una bañera? 

- ¡Claro!,¡no pensarás que en una palangana! 

- ¿Pero te da tiempo a bañarte todos los días?, ¡para mi es un ritual!

Sonrió como el duque de Kent entregando la Ensaladera en Wimbledon, y contestó que sí, se bañaba a diario por las noches.

Imaginaba al tío en su casa, leyendo el periódico con su esposa , con su albornoz de seda, sus pantuflas de cuero (no creo que sean esas que tienen forma de osos, o de pato Donald), dirigirse al baño, dispuesto unos minutos antes por la asistenta, con su agua caliente y humeante, su toallero preparado, y sumergiéndose con el ceremonial del archimandrita de la Catedral de Constantinopla.

¡Joder!, ¡todavía hay gente que se baña!, pensé.

Yo hace décadas que no uso un baño. La última era tan pequeño, que recuerdo ser el último de los cinco hermanos que la usaba. El agua tenía tanta mierda de los cuatro anteriores que no se veía el hondo. Con eso lo digo todo. Y allí, echado con el agua hasta la barbilla, jugaba al submarino, ya sabéis, arriba periscopio, abajo periscopio, ¡aúa, auúa!

Pero, bueno, esa es otra historia.


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