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domingo, 24 de mayo de 2020

UNA NOCHE EN UN PUB

Estaba tomando una copa en un pub en Cadaqués
intentando sacarme de la cabeza una canción de  Zaz  y sintiendo la luna que se quebraba sobre las tinieblas de mi soledad,

Cerca de la puerta había  un hombre que lleva una peonza muy principal. No se tiene en pie. Se levanta , se tambalea, da una media vuelta mientras cae , y se desploma como un fardo al suelo, dándose un castañazo muy severo punta cabeza al suelo .  

Aquel hombre despertó  en mi el buen samaritano que llevo dentro.

- Oiga- le digo al camarero mientras incorporo al despojo que se agarra a mis pantalones como un naufrago al flotador en la galerna - este hombre está muy estropeado.

- Lo que lleva es una borrachera planetaria. Ha bebido  whiskie con manguera.

Lo levanto, le dejo solo, se trastabila, gira sobre sí mismo, y...¡zatapumba!, vuelve a caer como un guiñapo

Mientras lo recojo del suelo (insiste en agarrarse a mis pantalones y a mis brazos) pregunto:

- ¡Este hombre no puede ir así a ningún sitio!, ¿lo conoce?,¿sabe donde vive?

- O, sí, en el portal de allí enfrente, en el 12...si llama al 4º B  alguien bajará a buscarlo.

Lo dejo apoyado en la barra, pero no tarda ni un segundo en oscilar , girar , y aterrizar a plomo sobre el solado, dándose un cabezazo extraordinariamente preciso en el piso con su cráneo.

Le intento acompañar hasta el número 12, pero el tío se me resbala, es incapaz de dar un solo paso sin que se aferre a mi americana, se me deslice de los brazos, y caiga en la acera percutiendo su mandíbula de una manera insolitamente certera con el bordillo. Sangra por la boca y por la cabeza. Y dice frases incoherentes de borracho en un catalán extraño . Si ya el catalán  me parece un idioma pelín confuso, en  uno de Girona ebrio me resulta intraducible.

No sé qué hacer, pero estoy a escasos metros del portal . No es que le acompañe, es que lo llevo de carga...¡vuelve a escurrirse! , y otra ustie , primero contra el parabrisas de un Talbot Horizon, rebota, y después contra el duro pavimento!.Todo esto sin red. A palo seco.

- ¡Venga, hombre, dos pasitos más y ya estamos!

Apenas puedo con él. El hombre ni colabora. Lo agarro por los sobacos, lo trepo hasta mi barbilla, como si fuera el muñeco de un ventríloco  tamaño natural , intento avanzar un paso y...¡¡coño!, se me esmurria otra vez subsumido por su propio peso, y colisiona de un modo lamentable con una alcantarilla . Sin poner las manos para evitar el contacto letal. Ha sonado muy feo ese golpe.

Lo dejo en el suelo – me encontraba sudado e incapaz de arrastrarlo un metro más- y llamó al 4º B.

- ¿Sí?- pregunta una mujer con ese acento dulce y cantarín de Cadaqués .

- Mire...que tengo a su marido aquí...y creo que necesita ayuda...

- Espere que le abro...

- ¡¡¡Oiga, oiga!!!...abra, pero que baje alguien porque yo en este estado no le puedo subir a un cuarto.

Sólo imaginarme con ese humano  en un ascensor, los dos solos, me parecía un horror.

Segundos después se abre la puerta del portal. Es una señora. Me mira. Mira a su hombre  echado en el suelo, besando la lona, jadeando y quejándose...me vuelve a mirar. Observa a su alrededor, a un lado y otro de la calle. Me mira de nuevo.

- ¿Y la silla de ruedas?- pregunta.



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