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domingo, 21 de junio de 2020

EL PADRE GÁLLVEZ

En el colegio del Salvador, jesuitas de Zaragoza, estudié desde los seis años hasta 6º de bachiller. Allí fui expulsado. A cambio de esa expulsión me aprobaron las 5 asignaturas que me quedaron pendientes en junio y fui matriculado en Montearagón.

La razón que me aprobaran fue, además de la alegría de no verme más el pelo, que mi madre era de Sangüesa, pueblo del padre Rector, que se apellidaba Vidaurreta.

Vidaurreta siempre que me veía saludaba con una sonrisita que, ahora que lo pienso, podía interpretarse de muchas maneras...”¿qué tal está su madre, Zabaldica?”.Entonces era un zagal, pero me lo pregunta ahora con ese tonito y le meto un guantazo.

Me supo mal el cambio. Tenía cariño a esas aulas, pasillos , y compañeros, y se iba al garete poder coincidir en COU con Matilde Muñoz Loriente, una chica del Sagrado Corazón, alta y morena, de una belleza triste y azul, como el gato. 

Yo amaba a Matilde como un perro. Como un puto perro.

Recuerdo un profe de literatura que se llamaba padre Gálvez. El tío se emocionaba tanto hablando de Galdós que lloraba al contar la suerte de Marianela. Y nosotros abandonábamos los pupitres y nos acercábamos a él para consolarle.

Por supuesto, de cachondeo, pues ya éramos unos mozos. Pero nos hacía gracia darle unas palmaditas en la espalda , y algunos, como yo, de natural más espontáneo, unos pellizquitos en las mejillas.

Y el hombre decía entre pucheritos “gracias, gracias”.

Era un santo varón. Y nosotros unos cabroncetes de aúpa.

Un día, no sé por qué historia,se emocionó tanto, que nos arrancamos entusiasmados a la palestra, lo subimos a hombros, y lo paseamos por el pasillo , fuera del aula , al grito de “¡¡¡GÁLVEZ, GÁLVEZ, GÁLVEZ!!!.

Y el hombre, llorando de emoción, saludó al padre Irisarri, que andaba pasilleando rezando su rosario, y le decía “¡cómo me quieren , Irisarri!, ¡cómo me quieren!”.

Irisarri, vasco, enjuto, seco, alto como un ciprés, con unas manos callosas de pelotari (deporte que se jugaba mucho con los curas en ese colegio), viendo el cachondeo que nos llevábamos a cuenta del cura, se arremangó la manga de la sotana, se recogió la falda ,  y se lió a voleas, medias voleas, rasos cortos, ganchos, bote prontos, y usties en general, que tiramos al suelo a Gálvez, y salimos zingando a clase...

Lo de sacarlo en hombros al pasillo lo abandonamos como costumbre.




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