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domingo, 27 de septiembre de 2020

ANÉCDOTAS DE LA PRIMERA COMUNIÓN.

Durante años preparé generaciones de niños de 7 y 8 años para recibir la Primera Comunión . 

Que nadie me juzgue. Ignoro como nació la costumbre. Asistíamos con los críos a una Misa semanal en el colegio como parte de la preparación para recibir a Jesús Sacramentado. 

Componía canciones para que la Misa fuera un poco más amena para los críos – no olvidemos que tenían siete y ocho años. Pobrines. El sacerdote que oficiaba era un hombre mayor, y que habitualmente habitaba en una dimensión mental cercana a la mística. Se enteraba más bien de poco de lo que sucedía a su alrededor, y atendía poco a las letras de las canciones. 

Las canciones eran tipo gregoriano con letras en castellano de perfil parecido a los salmos. Una , nuestra favorita, decía lo siguiente: Soy tu cervatillo, Señor, y bebo de tus aguas. (Estribillo) Aunque se me enrosquen los cuernos en las ramas, Soy tu cervatillo. (Estribillo) Cuando voy por la praderilla, Yo diviso cervatilla ¡¡¡PERDÓN, SEÑOOOOORRR!!! (estribillo) 

Lo de PERDÓN, SEÑOR, como reacción a la visión de la cervatilla, se cantaba en grosso forte piú forte y muy sentidamente. 

El sacerdote, ensimismado en la liturgia del ofertorio, no movía ni una ceja. Ese sacerdote. Porque un día vino un cura normal, ya se me entiende,  y al escuchar el principio de la canción (juro que intenté que no la cantaran, pero ya se sabe que cuando los chavales le cogen el gustillo no hay forma de pararlos), pues le coló… hasta que llegó lo de la cervatilla. Su mirada...en fin. Otro paquete. 

Otra que cantábamos en Cuaresma era “Vengo del polvo y al polvo voy”. Pero allí nadie se atrevió a comentar nada, aunque se me insinuó que, tal vez, mejor la de “perdona a tu pueblo, Señor”. 

 La inocencia de los niños, y su creencia de que un profe lo sabe todo, es maravillosa. Confían ciegamente en cualquier cosa que les digas, siempre que lo hagas con convicción, muy serio, con seguridad. Un día uno de los monaguillos se me acerca y me consulta ,”oiga, no encontramos la campanita de la Misa”. Todo un contratiempo, porque a los chavales les encantaba eso de darle a la campanita...“No te preocupes, hazlo con la boca. Cuando el sacerdote levante la Sagrada Forma y el Cáliz dices “¡tilín tilín tilín!”, tres veces, y muy serio. A Jesús le gustará que tu corazón haga de campana”. No sé si a Jesús le gustó que el corazón del niño hiciera de campanita, pero el follón que se armó en el oratorio, el despiporre de la clase toda y la bronca del cura, que echó del oratorio al crío, fue planetaria. 

Luego me pidió que le castigara. Le dije que es que el chaval no andaba bien de la cabeza y que no haría más de monaguillo. Cualquiera le dice la verdad. 

Éste sacerdote, ahora anda por tierras del Levante feliz, les daba unas charlas en el oratorio que solían ser muy pedagógicas. Siempre comenzaba con una historieta, una anécdota, que desarrollaba después con moraleja. Tenía a los chavales imantados, porque las contaba muy bien. Una tarde comenzó, para glosar que en la vida había muchas tentaciones y peligros, con la historia de un pajarito que iba por el bosque feliz y contento, entre flores y árboles fantásticos, entre abejas que libaban y mariposas que revoloteaban locas de contentura… Los chavales, en los dos primeros bancos del oratorio, le escuchaban absortos, en silencio, expectantes. 

- Pero había un gato negro, enorme, inmensamente malvado, oculto en el bosque y observando al pajarito en la oscuridad. Y nuestro amiguito cantaba feliz sin darse cuenta del peligro que le acechaba. Los críos, sin respirar, no quitaban ojo del sacerdote. - Y, entonces, sin avisar, sin hacer ningún ruido, el gato saltó y ¡zampa! : ¡¡¡SE COMIÓ AL PAJARITO!!!. 

Decir eso el cura y un crío que estaba en primera fila, a un metro del presbítero, salta del banco y grita “¡¡¡OSSSSSTIAAAAA!!!. Yo me quedé flasheado. Frús. Y el cura me mira y dice “pero, bueno, a éste tío de donde le habéis sacado”. 

Después le intentó glosar el segundo mandamiento de la Ley de Dios, pero creo que no consiguió mucho. 

Años después a este mismo sujeto le echaron del colegio por guasón. Tenía un agujero en el bolsillo del pantalón y no se le ocurre otra cosa a la bestia que ponerse el ciruelo, la minga, el varonil miembro erecto, saliendo por el agujero. Y aparece en clase con los dos brazos cargados de libros y le dice a un profesor muy piadoso , “oiga, Don Zutanín, ¿sería tan amable de sacarme el boli del bolsillo que yo no puedo?”. Lejos estaba aquel hombre, numerario piadoso y apostólico, de pensar con qué se iba a encontrar en aquel bolsillo. Muy amablemente Don Zutanín introduce su mano en el bolsillo del urco y capta, alucinado que, o el boli es de Blandy Blú, o que lo que está tocando es un pepino muy parecido al suyo. La clase, que estaba al tanto de la broma, se despiporra viendo la cara de nuestro profesor y aplauden, y hacen la ola…Y al jambo le mandaron de patitas a la calle por guarro.


domingo, 20 de septiembre de 2020

ARTIFICIOS

Teoría: cuando veas a alguien muy retocad@, muy engominad@, afectado, o muy artificial, oculta algo que no quiere que se sepa.

A veces el truco resulta tan burdo que no sé entiende qué trata de encubrir. Por ejemplo, un tal X, director de colegio y hombre entregado a Dios en celibato apostólico, que usaba peluquín. Pero era tan evidente la condición del “postizo”...como si se pusiese un calzoncillo en la cabeza.

Es como una teladearaña al amanecer, cuando se ve la trampa, en teoría invisible a los insectos, toda ella en su esplendor, iluminada y perlada de gotas brillantes y rutilantes  del rocío mañanero, como avisando a las moscas :”¡¡¡HEYYYY, AQUÍ HAY UNA TELA DE ARAÑA INVISIBLE!!!”.

Pues lo mismo: la gracia de llevar bisoñé está en que no se nota que lo llevas. 

¿Qué pretendía camuflar nuestro hombre...¿que era calvo?. ¿Y para eso se colocaba un transpantojo en la cabeza, una barahunda de pingajos herrumbrosos y cardenillos?.

Se le  distinguía tanto la trampa con la que ocultaba su condición de mondo y lirondo que mejor sería ir descapotado.

Ese hombre tenía muchos misterios sin resolver para mi.

El otro, fuera parte del cairel, era su afición a fumar Piper mentolado con boquilla. A ver, cada uno es muy libre de fumar lo que quiera...¿PERO PIPER MENTOLADO CON BOQUILLAAAA?.

Y ya no digamos Piper mentolado con boquilla y peluquín...

Sólo he conocido dos tipos que fumaban Piper mentolado, y los dos muy raros. Uno por tralarala, y el otro por anacrónico. Al tralarala se le quedaba pegada en la boca una salivilla blanca que le hacía la goma entre el labio superior y el inferior. Cuando hablaba resultaba inquietante.

Otros defectos se han conseguido arreglar gracias a la cirugía.

También los de los calvos. En Lérida hay un prestigioso abogado que presume de unos injertos que le colocaron en la cabeza. Eran  pelos del cojón de arriba, y del cojón de abajo, que no son dos pueblos.

Y , la verdad, se nota. No hacía falta que lo aclarara: eran unos caracolilletes craneales que manifestaban bien a las claras su procedencia, su condición de dídimos alarrebolé.

Otro que tuvo una trasformación prodigiosa fue un profesor de un colegio que tenía orejas de soplillo. El hombre lo pasaba muy mal, aunque las camuflaba en un peinado a lo paje garçon y, hombre, ya tenía una edad que como que no. Con cincuenta años peinarte a lo Beatle...

Un día se operó , y llegó al colegio en su nueva versión “estén mis oídos atentos a la voz de tu suplica”.

El cambio fue brutal. Era otro hombre.

Pero, claro, fue tan instantáneo, que todo el mundo le preguntaba...¡hala,!, ¿y el casco?...¡hala!, ¿qué te has hecho?,¡estás distinto!...¡hala!, ¿y el flequillo?...¡hala!, no sé...has cambiado en algo...¡hala!,..es del pelo, pero...

Y el pobre se ponía colorado pimiento rojo tomate...

Al final, tanto cachondeo a cuenta del flequillo, un chaval se llevo un soplamocos guapo, y asunto solucionado.Ya no se habló más del tema.

domingo, 13 de septiembre de 2020

ANÉCDOTAS AL BUEN TUNTÚN.

En una primera confesión que organicé el sacerdote era un tipo original y algo lanzado. 

Chaparro y feo como él solo. La verdad es que era muy pequeñito. 

Un día fuimos de convivencia con los chavales y los padres que quisieran para celebrar la ceremonia de la primera confesión en un santuario. Primero fueron las confesiones y allí dio una pequeña plática para remover los corazones de las mamás que asistieron –no vino ni un padre. 

Una de ellas era una mujer de esas que hasta la escultura de un monaguillo de tamaño natural que había en la entrada de la iglesia, una de esas que el niño lleva un cepillo para las limosnas, se le iban los ojillos, al muy pillín. Iba la señora con una minifalda como la de Lulú cuando cantaba Bum bum ban a bang en el festival de Eurovisión: muy festiva, muy alegre, muy fresca. Y el caso es que cuando su niño va a confesarse le dice la mamá al presbítero “hemos hecho el Jonathan y yo una hojita con sus pecaditos, para que no se le olvide nada”. Y el cura va y le suelta “supongo que cuando entre usted al confesionario vendrá con un listín de teléfonos”. 

Frús total. Pero frús, frús.

Después vino la Misa. Todo bien hasta que llegó la comunión. Se gira el cura para abrir el Sagrario y coger las Formas y cae en la cuenta que el altar está altísimo, y el Sagrario lejísimos del altar. Y no se le ocurre otra cosa que tomar un poco de carrerilla y lanzarse en plan rodillo, lo contrario al estilo fousbury, o como se diga eso, para ver si consigue abrir la puerta del Sagrario. 

No lo consigue. Y se queda suspendido entre el cielo y la tierra, la barriga sobre la mesa del altar, los pies zarandeando el aire… descojone del personal, y va y me dice por lo bajini “ Joder, Suso , abre el Sagrario!”. 

Con este hombre en una convivencia me sucedió una muy divertida.Por la noche escucho ruidos en la sacristía de la casa. Bajo a mirar qué sucede. Encuentro un chaval llenando una botella de litro y medio  con agua bendita de un recipiente que había en un armario.

-  ¿ Pero qué haces?

- Es que don Fulano nos ha dicho en la meditación que echar agua bendita  sobre la cama va muy bien para vivir la santa Pureza.

Para el que no lo sepa, la santa pureza es la virtud que trata de la castidad y los pecados de la carne. 

-  Pero , hombre, basta con unas gotas de agua bendita...

Y el chaval me mira fijo, intensamente, como de hito en hito, y suelta:

- Usted no me conoce, profe.


sábado, 5 de septiembre de 2020

UNA HISTORIA DE LOS OSCUROS DEL MASCÚN.

Se puso de moda en las convivencias de El Poblado organizar excursiones a los Cañones del río Vero y a los Oscuros del Mascún. Lugares de una belleza extraordinaria, fantástica en sus formas, y con ese puntillo de aventura y riesgo
que los hace inolvidables. Bajar esos cañones donde el río durante millones años ha excavado la roca como si fuera mantequilla, encajonado en murallas gigantescas, donde el sol apenas acaricia las aguas, entre “Oscuros” que parecen la guarida de Gollum, era una experiencia más que divertida. 

Horas saltando entre rocas, zambulléndote desde un saliente en una pequeña y fresquísima poza, dejándote arrastrar por una corriente brava que corre entre sinuosas curvas calcáreas, buceando cuevas donde parece que has vuelto al seno de Gea, mamá Tierra, rodeado de una humedad que recuerda a la del líquido seminiolílitico, o como se escriba eso. El regreso al barro primordial. ¡Una
experiencia difícil de transmitir!

En principio no era peligrosa la excursión pero había que andar atento en la entrada del Cañón donde se avisaba de peligro de tormentas. No de tormentas en esa zona, sino en el Pirineo, a cuarenta kilómetros de allí. En tan sólo dos horas las aguas bajaban bravísimas y salvajes desde las  montañas y se encajonaban en el Cañón convirtiéndose en minutos en una trampa mortal: la estrechez de los Oscuros hacía que subiera el nivel del río, y con una fuerza imposible de resistir por muy en forma que se estuviera. Más de uno no ha regresado del Mascún.

Y es el caso que cuatro del Poblado decidieron ir de excursión en un convivencia a los Oscuros del Mascún. Y no se percataron del aviso de tormenta del patín de la baraja que se anunciaba en la entrada del Cañón, y allá que se fueron pertrechados tan sólo de un traje de baño  y unas zapatillas deportivas . Y cuando estaban a mitad de recorrido de los Oscuros, en una zona estrecha, entre paredes inexpugnables, oyen un ruido feroz a sus espaldas y comprueban que
una masa de agua marrón salvaje y desfasada se les acerca y atrapa. Con la rapidez que sólo da el miedo suben a una enorme roca que pronto se convierte en una pequeña isla en medio de aguas turbulentas que aquí y allá chocan contra todo.

- ¿Qué hacemos? -pregunta el que hace cabeza– esto va a seguir subiendo y…

Observan que un poco más abajo el Cañón se abre en una curva y que allí es posible salir a tierra abierta.

- Voy a dejarme arrastrar por la corriente hasta ese recodo -comenta otro de ojos achinados- y aprovechando la fuerza centrípeta el río me expulsará a tierra y voy a pedir ayuda al pueblo.

- Ok; inténtalo. Nosotros encomendamos, y si es fácil te seguimos.

- Encomienda.

- Encomiendo.

- Yo también encomiendo –añade un tercero.

- Y yo –comenta el cuarto- Yo encomiendo que no veas.

- Y yo –exclama una trucha que estaba oculta debajo de una piedra.

Nuestro héroe reza un avemaría y en la parte de “ahora y en la hora de nuestra muerte” dice “ahora, y en la hora de ÉSTA muerte”, y se zambulle en las bravas aguas.

Bravas aguas que le subsumen, le hacen desaparecer a la vista de sus compañeros, y allá abajo, le voltean, le garrapiñan, le centrifugan de lado, de espaldas, de culo, de cúbito supino, de cúbito pronoto, de cúbito derrepenete… le zarandean como un muñeco, le golpean contra las rocas. Y el tío que nada, que no sale en el recodo, que no le centripetan. 

El tío sigue en el interior de toda esa masa de agua sin saber ya ni quién es, ni de donde viene, ni a donde va, ni que é lo que é, ni ná de ná.

- ¡¡¡Fumanchúúú!!! –gritan los de la isla- ¡Éste tío se ha matado!

El río, harto de arrastrar al chino, lo gomita en otro recodo a cientos de metros de los de la isla. El hombre está aturdido. Tirado como un pollito mojado jadea en la orilla, tose, escupe, chorrea, bocanea, e intenta saber qué hace allí, y cual es el encargo que le han dado. Entonces se observa detenidamente a sí mismo y se pregunta “vamos a ver, si yo no me llamo Curro Jiménez, ¿cómo es que tengo un TRABUCO tan grande?”. 

Y es que entre tantas revueltas y más revueltas, el río le había despojado del bañador. Caronte, el barquero, le había cobrado la limosna de esa prenda a cambio de su vida.

Sí: estaba en pelota picada. Con zapatillas, pero con la misma impresión que Adán cuando mordió la manzana y Eva le preguntó “ ¿y ese ciruelo, desde cuándo lo tienes?”. Y Adán, todo rojo, “¡andanda!, pues que no lo sé, oye”. 

El bañador a esas alturas estaba en la confluencia del Vero con el Cinca.

He aquí un auténtico dilema moral. He aquí la santidad puesta en crisis. He aquí una de esas pruebas que nos envía la Providencia como. miles de años antes, Dios hizo con Abraham.

“ ¿Qué hago? -se pregunta angustiado nuestro atribulado ser humano: ¿me voy en pelotas por los campos hasta el pueblo, como el de Gerasa, y pido ayuda para mis hermanos que están apunto de perecer?; ¿voy en busca del bañador y  regreso después?; ¿decido quedarme por estos páramos dedicando mis días al ayuno, a la oración y a la vida eremita? 

Enorme las dudas de esa pobre alma que sufre y que no sabe qué decidir: si sigue el 6º mandamiento –lo que significa la muerte de los desdichados que ha dejado a merced de la brutal
naturaleza- o, por el contrario, se aferra a la norma de la Caridad, que borrará la muchedumbre de su pecados.

Vence la Caridad y se decide a subir una pendiente de media hora de camino sin senda, entre abrojos, espinos, piedras y “quédateconmigo”, esas plantas con púas que te agarran de la ropa –si se anda entre ellas con ropa– y parecen querer retenerte. Y sufre en silencio los pinchazos en su piel sólo acariciada antes por las suaves manos de su madre, hace muchos años, cuando rea un bebé..

Se acerca al pueblecito de Alquezar. Está como un auténtico Ecce Homo: sólo le falta la corona de espinas y la clámide –que para sí quisiera. 

Reza, encomienda encontrarse en la primera casa con un viejete que pueda prestarle un modesto
pantalón de pana negra, pero, quiá, el pueblo entero está a esas horas en la calle, tomando la fresca, de tertulia, repleto de excursionistas y de aventureros que en la terraza de un bar toman unas cervezas mientras comentan la jornada.

Arranca una rama de un arbusto, se la coloca en salva sea la parte y, todo coloradote, se planta en medio de la plaza y grita “¡¡¡por favor, por favor, hay unos compañeros que están aislados en el cañón y necesitan ayuda!!!.

La peña le mira con absoluto desconcierto y perplejidad mayúscula, incluso alguno con envidia. Una ancianita suspira sentada en una sillita pensando, quizás, en otros tiempos, cuando Honorio era un campeón. Hay quien le hace
fotos. Y le socorren, auxilian y dan pomada. 

Llaman a la Guardia Civil que acompaña a nuestro fiel amigo hasta donde están apunto de perecer sus
hermanos. Tan sólo se apoyan cada uno en un pie, como aves zancudas, sobre la roca que está en un plis de ser cubierta por las aguas. Curiosamente cada uno lleva un rosario de dedo entre sus idems.
Con una polea y una sirga lograron rescatarlos. 

Alborozados y festivos se abrazaron celebrando el reencuentro.

- ¿Y ese pantalón tan hortera y esa camisa de flores?; ¿no llevabas un trajedebaño? O sea, que encima de que estábamos jodidos vas tú y te dedicas a comprar ropa en el pueblo –le dice el que hace cabeza.

- Bueno… es una historia muy larga de contar. Pertenece al fuero interno, ya sabes.

El tiempo pasa y olvidamos muchas historias. Es probable que a estas alturas, años después de ésta que aquí se ha contado, sus protagonistas no
recuerden el día que aquel hombre, Fumanchú, les salvó de una muerte segura. Dio su vida, su honor, su pudor y vergüenza por esas almas desagradecidas. 

se hablarán de otros milagros, de otras proezas y de otras hazañas. Se canonizarán santos por mucho menos, y mártires. Pero esa santidad heroica y escondida de nuestro hombre quedará para siempre esculpida en el silencio de
los Oscuros del Mascún. Y en el corazón de Dios.


LA SEGURIDAD NO EXISTE

La seguridad no existe. Ni está en la vida, ni en la Naturaleza, ni es experimentada por nadie. Esa lección la hemos aprendido, ¡ y d...