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domingo, 13 de septiembre de 2020

ANÉCDOTAS AL BUEN TUNTÚN.

En una primera confesión que organicé el sacerdote era un tipo original y algo lanzado. 

Chaparro y feo como él solo. La verdad es que era muy pequeñito. 

Un día fuimos de convivencia con los chavales y los padres que quisieran para celebrar la ceremonia de la primera confesión en un santuario. Primero fueron las confesiones y allí dio una pequeña plática para remover los corazones de las mamás que asistieron –no vino ni un padre. 

Una de ellas era una mujer de esas que hasta la escultura de un monaguillo de tamaño natural que había en la entrada de la iglesia, una de esas que el niño lleva un cepillo para las limosnas, se le iban los ojillos, al muy pillín. Iba la señora con una minifalda como la de Lulú cuando cantaba Bum bum ban a bang en el festival de Eurovisión: muy festiva, muy alegre, muy fresca. Y el caso es que cuando su niño va a confesarse le dice la mamá al presbítero “hemos hecho el Jonathan y yo una hojita con sus pecaditos, para que no se le olvide nada”. Y el cura va y le suelta “supongo que cuando entre usted al confesionario vendrá con un listín de teléfonos”. 

Frús total. Pero frús, frús.

Después vino la Misa. Todo bien hasta que llegó la comunión. Se gira el cura para abrir el Sagrario y coger las Formas y cae en la cuenta que el altar está altísimo, y el Sagrario lejísimos del altar. Y no se le ocurre otra cosa que tomar un poco de carrerilla y lanzarse en plan rodillo, lo contrario al estilo fousbury, o como se diga eso, para ver si consigue abrir la puerta del Sagrario. 

No lo consigue. Y se queda suspendido entre el cielo y la tierra, la barriga sobre la mesa del altar, los pies zarandeando el aire… descojone del personal, y va y me dice por lo bajini “ Joder, Suso , abre el Sagrario!”. 

Con este hombre en una convivencia me sucedió una muy divertida.Por la noche escucho ruidos en la sacristía de la casa. Bajo a mirar qué sucede. Encuentro un chaval llenando una botella de litro y medio  con agua bendita de un recipiente que había en un armario.

-  ¿ Pero qué haces?

- Es que don Fulano nos ha dicho en la meditación que echar agua bendita  sobre la cama va muy bien para vivir la santa Pureza.

Para el que no lo sepa, la santa pureza es la virtud que trata de la castidad y los pecados de la carne. 

-  Pero , hombre, basta con unas gotas de agua bendita...

Y el chaval me mira fijo, intensamente, como de hito en hito, y suelta:

- Usted no me conoce, profe.


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