Escuchar la mili de Pedro Lombardía, contada por él, era un privilegio. Inolvidable.
Eran muchas las anécdotas arracimadas en personajes y situaciones: el rodaje de extra en “Salomón y la Reina de Saba”, los amores del Pichurri con una mula- el Pichurri era un un soldado analfabeto que cuidaba de los caballos en el servicio militar.
O las cartas que escribía a la novia de otro soldado que no sabía escribir ni leer que le pedía a Pedro que le redactara las misivas que le dictaba, y como , viendo la poca originalidad del sujeto enamorado, las comenzó a adornar él con asuntos de su cosecha...
A Don Pedro- así le llamábamos- le extrañaba las contestaciones de la novia, más que floridas, de un romanticismo feroz, cursis...hasta que cayó en la cuenta que también la chica era analfabeta, y se las escribía la maestra del pueblo.
Terminaron carteándose Pedro y la profesora, firmando con los nombres de los novios sin consultarles antes...
Contaba , admirado, la vida de otro soldado, hombre notable por su talento y que se había educado por generación espontánea, por su cuenta. Éste encontró de modo casual un ejemplar de una obra en verso, sin tapas , ni página del título. Se la sabía de memoria, de tantas lecturas que disfrutó...no supo hasta mucho más tarde, y por casualidad, que se trataba de las Obras completas de san Juan de la Cruz.
Era un lector de los que prefería Peguy, que antes quería ser leído cinco veces por la misma persona, que una vez por cinco distintos.
A este tipo tan singular Lombardía le sacaba mucho jugo, pues le veía como la esencia misma de la cultura: un hombre culto no se deja impresionar por el que firma una creación, sino sólo por la calidad de la obra en sí.
Ya conocéis, supongo, la broma que hace unos años perpetraron a unos editores en Francia. Sometieron a su consideración un clásico de la literatura universal (no recuerdo el título) , cambiando únicamente el nombre del autor y el título.
Todos los editores rechazaron ese texto, juzgándolo un bodrio.
Este papanatismo a Pedro le hacía mucha gracia. La tontería de los snobs.
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