Celebraban las bodas de oro sacerdotales de mosén X.
Habían decidido los parroquianos organizar el día con una Misa concelebrada y presidida por el obispo. Después, se realizarían diferentes actos, y terminaría con una comida/homenaje en honor del sacerdote.
Todo transcurrió de maravilla , según lo previsto.
Llegó la hora del postre. Brindis. En fin, ya sabéis.
Terminados todos los discursos , nuestro buen cura se levantó emocionado mientras coreaban " ¡ que hable don Tal , que hable don Tal , que hable don Tal!"
No era hombre bebedor. Quiero decir que sus palabras no fueron inspiradas por el vino, champán, o el coñac. No había probado ni una sola gota de alcohol. Tal vez la vanidad. O la tontería. Porque somos así.
- Gracias, queridos. Muchas gracias...
Y comenzó a hablar. Bla, bla, bla. Que si la vocación. Que si sus padres. Que sí el amor a Jesucristo...
- Nunca olvidaré mi primera confesión. ¡ Cómo olvidarla!. Yo era sacerdote joven, de una ingenuidad e inocencia...se acercó un hombre joven y me pidió confesarse. Aquel hombre estaba nervioso y febril. " Padre, padre - me dijo llorando- esta noche he asesinado a mi novia". Sí, cómo olvidar aquella primera confesión!...
Siguió con sus recuerdos de aquí y de allá...
Se abrió la puerta de entrada al salón del restaurante...un hombre entró, feliz, entusiasmado, exultante...se paró delante de nuestro cura con los brazos abiertos:
- Padre Tal, ¿ se acuerda de mi?...lamento llegar tan tarde...¡yo fui su primer penitente!...¿ lo recuerda?...¡¡¡su primera absolución fue para mi!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.