Nunca olvidaré aquella mañana.
No recuerdo el nombre de aquel chaval. Yo era becario en Viaró, apenas 21 años. Allí sustituía algún profesor, cuidaba en los patios, vigilaba el comedor, o atendía el servicio del autobús.
Una mañana estaba en clase , tercero de primaria de hoy. Probablemente sustituyendo. Disfrutaba de esas horas porque fundamentalmente me dedicaba a hacer payasadas, cantar con la guitarra, o vete a saber qué extraña situación para distraer a los críos.
El más crío, sin duda, era yo.
Esa mañana, un chaval se levantó de su mesa, se acercó a la pizarra, la tocó, y regresó a su pupitre.
Lo miré divertido y dije " míralo, qué majo, te levantas cuando quieres, y haces lo que te da la gana. Muy bien, hombre, muy bien".
Todos rieron.
Poco después, el mismo chaval, vuelve a hacer lo mismo. Se acerca a la pizarra, la toca, y regresa a su sitio. Estaba nervioso. Su sonrisa era errática. Parecía muy nervioso al sentarse, mirando a izquierda y derecha. La clase volvió a estallar en carcajadas.
Pero me pareció que ese niño no era una gracia lo que estaba haciendo.
Todo siguió su rumbo habitual. Un dictado.
No pasarían más de tres minutos y se repite la misma escena de ida y vuelta a tocar la pizarr. El barullo que se organizó fue de aúpa. Y el pobre chico , frotándose las manos, miraba como extraviado a derecha e izquierda.
Yo no sabía qué hacer.
No tardó en volver a repetir el mismo ciclo. Algo iba mal dentro de ese niño de mirada perdida. Todos reían de un modo cruel, sin adivinar que ese hombre era presa de algo que a él mismo se le escapaba.
Lo llamé a que se acercase a mi mesa.
- ¿ Estás bien?
- Es que no sé qué me pasa - dijo.
Lo llevé al despacho de profesores para que se relajara. Llamé a su tutor.
Y nunca más volvió al colegio. Sin embargo, no lo he olvidado. Pero pienso que después de la destrucción a la que el tiempo o la soledad le hayan sometido aquel chavalín , también los pájaros azules volarán hasta los resquicios inaccesibles de su alma con alas llenas de simiente de flores, las cuales nacerán sobre el humus que haya creado su dolor, y entonces volverá un día de gloria y melancolía para él.
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